Bueno, ya con los gemelos más grandes y con mayor
entendimiento sobre cómo funciona el mundo, debo decir que ya comprenden el
valor del dinero…
Un día Javier le limpió la casa a mi mamá, y con decir
limpió no miento, la barrió toda y hasta pasó el trapito; cuando terminó, la
abuela le dio unas monedas y él muy contento entendió por dónde va el asunto.
Matías, que no es el más laborioso de los dos, ordenó sus zapatos
(acomodó la casa, según él) y llegó a cobrar su parte, le di unas monedas y le
brillaron los ojos.
Hace un tiempo empezaron las clases de natación, ¿se
acuerdan de cuando casi nos ahogamos? Bueno, a raíz de eso vimos la importancia
de unas clasecitas. Al principio lloraban mucho, toda la clase, con
desesperación, así que Andrés vio como una solución ofrecerles monedas al que
no lloraba. Poco a poco les fue gustando la clase, dejaron de llorar y empezaron
a cobrar su premio y ahora, dos meses después y con bastante tiempo sin lágrimas
en la piscina, siguen pidiendo sus recompensas en efectivo.
¿Qué hicimos? ¡Creamos unos hijos consumistas dependientes
del dinero!
Lo rescatable de esto es que el dinero lo ahorran,
tienen unas alcancías de Batman y Superman que ya vivieron su primera colecta
de monedas, ahora guardadas en el banco. Así que podemos decir que estamos
ahorrando para el futuro.
Javier dice que él se va a comprar el carro más chuzo
que exista y Matías dice que él no quiere gastar su dinero, que él puede pasear
en el carro de Javier.
Después de que Matías me contara esto lo vi como en verdad
es, una persona sumamente astuta.
Un día me terminé de convencer de que sí lo era. Estaban los dos conversando afuera, siempre trato de
escuchar desde lejos sus conversaciones porque son de lo más graciosas, pero
esta era diferente. Javier le estaba cobrando a Matías por jugar con él.
- - Matías, si quieres que juegue futbol contigo, me
tienes que pagar, dos monedas de las grandes.
Yo inmediatamente lo regañe y le expliqué que eso no se
hace, que no se puede cobrar por esas cosas, los hermanos no se hacen eso, y
bla bla bla, bla bla bla… Seguro eso empezaron a escuchar los dos en su cabeza
porque Matías corrió a su cuarto, escuché como sacudía la alcancía, bajó con las dos monedas y se las dio a su
hermano.
Hicieron la transacción al frente mío, como si yo no
estuviera ahí regañándolos. En su mundo de gemelos, muchas veces yo soy
invisible. Javier subió a su cuarto a guardar sus monedas en su alcancía y yo
volví con mi discurso.
- - Mati no tenías que hacer eso, Javi no te puede
cobrar para que juegues con él.
- - Tranquila mami, ¿sabes de dónde saqué las monedas?
- - ¿De dónde?
- - ¡De la alcancía de Javi!
En eso llegó Javier muy contento y que no creía en nadie, según
él había hecho el negocio de su vida. Preferí no decirle nada, todos merecemos ese sentimiento de haber alcanzado el éxito.
Ya estamos explicándoles la forma justa y honrada de hacer y
ahorrar dinero, pero si Matías aplica la misma astucia que tiene y Javier su
visión para hacer negocios, ya sé quiénes serán los millonarios de la familia y
espero en unos años estar escribiéndoles una nueva historia desde Europa,
cuando nos lleven a pasear!!
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Me encantan sus historias!
ResponderEliminarMe hizo la mañana! Tienes un par de genios de hijos! Saludos Lore!!! Un abrazo y beso a la distancia...
ResponderEliminarGracias por leer, que dicha que te hizo la mañana. saludos!
EliminarHaha muy bueno yo tengo trillizos de 9 meses y a lo que veo van por el mismo camino espero poder contar una historia parecida, éxitos ������������
ResponderEliminarHOla! muchas gracias por leer y que bendicion con trillizos! despues me contarás las historias! saludos.
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