martes, 10 de febrero de 2015

Los chicles, cosa de adultos

En estos días mi familia vivió un momento trascendental. Algo que cambió la vida de mis hijos y ahora ellos ven el mundo de manera diferente; estamos en una nueva etapa, ya crecieron, ya maduraron.

Esta semana mis gemelos aprendieron a comer chicle!



Sí, un chicle les cambió la vida a mis gemelos… Otro ejemplo de la forma sencilla con la que ellos ven el mundo.

Hace meses que están con que quieren comer chicle. “Mami, deme un ique”.

Yo consideraba que ellos no estaban para eso, seguíamos en la etapa de meterse juguetes en la boca y de atragantarse con gomitas. Así que les decía que no. Como también están en la edad de los infinitos y miles por qués, tenía que darles otras mil razones por las cuales no podían comer chicle todavía y la que más funcionó fue la más sencilla: porque todavía no pueden decir bien la palabra.

-      -  Javier y Matías, ustedes están muy pequeños para comer chicle, cuando puedan decir bien  Chiiiiiiiicleeee y dejen de decir ique, les doy uno.

Fin de la insistencia, no me volvieron a pedir.

Resulta que los gemelos todavía hablan como en chino mezclado con patuá; en ese idioma extraño que ellos se inventaron y sólo entre ellos se entienden. A veces nos hablan en un medio español. Como toda madre, soy de las pocas personas que entiende lo que quieren decir. En mi mente yo los escucho claro pero constantemente tengo que traducirles a otras personas. Además hacen mímica, como última instancia para darse a entender. Yo les repito y pronuncio bien despacio las palabras que les cuesta pronunciar y se ponen a practicar.  Se meten en su cuarto, se ponen uno frente a otro y recitan las palabras que saben, entre ellos se corrigen y también se aplauden y felicitan cuando lo hacen bien.

-       - No Javi, no se dice aramillo, se dice amarillo…
-       - Bravo Matías, aprendió coco-ilo 

Y así pasan las tardes, recitan los colores que se saben, los números y palabras random.

Pues la semana pasada estaban en su momento de práctica oral cuando los escuché repitiendo:
 - iiiiique, no así no es, es shiiiiique, no así tampoco.

Creí que la intensidad con los chicles estaba superada! Pues no, ellos habían estado intentando pronunciarlo bien y de repente Matías lo dijo, lo escuché claro desde mi cuarto: shiiicleee. Él gritó de la felicidad, Javier le aplaudió, se dieron besos, se abrazaron, rodaron por el suelo  (eso siempre lo hacen cuando algo los alegra) y salieron corriendo a mi cuarto esperando su merecido premio.

Tuvimos que salir a comprar chicles. Aunque Javier aún no lo decía bien, no le podía quitar el empeño que había puesto. Así que después de 200 colones y ver los chicles rodar por la maquinita, Matías y Javier lo lograron. Se comieron su pelota de chicle. Para ser la primera vez no nos fue tan mal, Javier lo masticó dos veces y se lo tragó y Matías lo tuvo en la boca unos dos minutos, se aburrió y lo botó pero su cara de triunfo marcó ese momento tan épico para él.

Me dijo “mami, ya soy un adulto” y claro, no podía faltar el bullying hacia su hermano que no lo logró. “Javi no, el todavía es un bebé”.

Pasaron unos días y Javier se resignó por el momento; lo intentamos unas tres veces más pero siempre se tragaba el chicle así que decidió que lo suyo son los confites. 
- “Mami, a mi me gustan los confites, que también son de adulto, los chicles no me gustan porque no se comérmelos y me los trago”.
Una solución sencilla para una situación complicada para él.

Sin hacer mucho alboroto ni escándalo, a los pocos días Javier llegó a contarme que la tita Chi le había dado un chicle y él no se lo tragó. 
- “Ahora sí que soy un adulto de verdad, mami”.

Ese momento tan normal, como comerse su primer chicle, los hizo crecer,  tanto así que decidieron saltarse unas tres etapas del crecimiento natural humano y se consideran adultos por haber alcanzado este logro que tanto empeño les costó.

Y es que así es todo en esta vida, solo que hasta ahora me voy dando cuenta y es gracias a lo que mis hijos, sin ellos saberlo, me enseñan. Los pequeños logros que alcanzamos son los que nos hacen crecer.  
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3 comentarios:

  1. Me encanta tu blog!!! me recuerda a mis hijos hoy uno casi "adulto" (18) como Javi y Matias! y por cierto le encantan los chicles tambien y a mi adolescente de 15.

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