Puedo decir
que mis hijos son famosos en Facebook, bueno, por lo menos entre mis amigos y
conocidos y su público aumenta cuando etiqueto a mi esposo en las fotos. Suelo
compartir en mi muro los momentos en los que mi par de gemelos me parecen los
más particulares, graciosos, inteligentes y geniales del mundo. Igual que
cualquier mamá.
Digo que
son famosos porque cualquier persona que me tope en la calle, así lleve años
sin verla y no ha visto nunca a mis hijos, antes de preguntarme cómo estoy,
preguntan por mis gemelos y nunca falta la frase “están divinos, los vi por
Facebook”. No importa si esta persona es una amiga de mi edad o una amiga de la iglesia de mi abuelita (sí, ella también tiene Facebook, pero eso es otra
historia) y sé que esa frase no se atañe solo a mis hijos y a mi problema
crónico de querer contarle y mostrarle al mundo las salidas de mis hijos, ahora
todos nos vemos por Facebook.
La red
tiene sus buenas y sus malas; es una
maravilla, ahora todos estamos conectados... Es un problema exponer la privacidad
(incluidos los hijos) a los ojos de todos. Para mí, es la plataforma
perfecta para mi nuevo proyecto personal.
Muchas
veces me veo frente a un grupo de amigos o familiares contando la última historia,
a veces me gusta decirles aventuras, de Javier y Matías; gente que muestra genuino
interés por saber qué hicieron, reaccionan con risas reales, comentarios
sentidos y hasta consejos.
Conforme
cuento sus andanzas, las voy imaginando en mi mente como si estuviera leyendo
un libro, “La vida de Javier y Matías”… no, el título no puede ser tan común, “Javier
y Matías, juntos contra el mundo”…. No, tampoco tan épico… voy a pensar más
adelante en un título mejor. En fin, ya que para mí es una necesidad comunicarle
al mundo las aventuras de mis hijos, porqué no escribirlas?
Hay una
persona por ahí que cada vez que me ve me dice que no deje de escribir, porque la mano y
la mente se atrofian a lo que yo respondo que estoy en una sequía inspiracional, carente de temas. Él me
dice siempre lo mismo: escriba sobre lo que usted sabe. Pues bueno, decidí
escribir sobre lo que más amo en este mundo, un par de terremotos que vinieron
a hacer temblar mi vida y llenarla de emociones. Espero que cuando ellos estén
un poco más grandes y de verdad me escuchen (no estamos en ese momento aún) también quieran saber sobre sus aventuras y no sé si me acordaré de
todas.
Además, me
parece una manera interesante de registrar cómo van cambiando, porque como mamá
de gemelos es común que las personas me pregunten “y cuál es el más terrible?,
cuál es más independiente, o calmado”. Lo único que puedo decir es “depende de
la semana en que me lo pregunte”. Mis hijos, al igual que el resto de los seres
humanos de este planeta, son seres con sentimientos y actitudes cambiantes. Una
semana Javier es un osito cariñosito
que me aplasta con abrazos mientras
Matías anda en un mundo aparte, diciendo que él es un adulto y no me necesita.
La semana siguiente, él mismo está llorando porque quiere que duerma a su lado
y le haga colochito en el pelo, esa
semana Javier se revuelca en malacrianzas y me dice que salga de su cuarto.
En muchos
aspectos se parecen, en otros son inmensamente distintos. A veces ellos quieren
ser iguales en todo, otras, se hartan de que su hermano haga y tenga lo mismo y
terminan en pleitos con llaves de lucha libre; pero para mí son tan únicos y particulares que encontré en ellos la manera
de aplacar esa sequía, tengo mil historias que contar y más por venir, así que
espero que encuentren agradable y ameno mi blog. No es nada de literatura profunda
ni para reflexionar, simplemente quiero seguir contando, como siempre lo he
hecho (esta vez con más detalles), la maravillosa aventura que es mi vida con
gemelos.
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